lunes, 17 de febrero de 2025

 Visita a la iglesia la Mantería

El jueves 13 hemos estado en la iglesia de la Manteria, la visita guiada.


La iglesia recibe este nombre por estar ubicada en la plaza de san Roque, patrón de los manteros. Formaba parte del convento Santo Tomás de Villanueva de la orden de los agustinos. La fachada se dispone en dos pisos, dos cuadrados superpuestos, encima de la puerta una ventana para dejar pasar la luz.


La guía nos comenta que la iglesia ha pasado por distintos usos desde su construcción en 1680. Durante la guerra de la Independencia, allá por 1808 sirvió de almacén para guardar madera, posteriormente fue cárcel de mujeres, hasta que la compro un matrimonio adinerado y se dono para uso del colegio de las escolapias. En el interior se organiza como cruz latina y me llama la atención la decoración mural, realizada por el pintor Carlos II, el último de los Austrias. En su origen la iglesia estaría totalmente pintada pero posteriormente las paredes se recubrieron de yeso.


Impresionante la cúpula central en el crucero, que descansa sobre un octógono, en las cuatro pechinas las pinturas de cuatro santos agustinos: Alipio, Simpliciano, Fulgencio y Patricio. El estilo pictórico es el de Barroco temprano. En la parte central se recoge la apoteosis de Santo Tomás, difícilmente se aprecia el santo con vestimenta azul. Una lástima el mal estado de las pinturas.


En una de las pechinas podemos observar el estilo barroco, las figuras en movimiento, pero en cambio los ropajes son típicos renacentistas, hay que tener en cuenta que a España llega tardíamente este estilo que se había impuesto en Italia hacia más de cien años. En resumen la iglesia es de las más importantes de España a nivel de pintura barroca.

En 2001 mientras se realizaban las obras de restauración se desplomo una cúpula produciendo varios heridos, por lo que la iglesia estuvo cerrada al público durante varios años.


Árboles hombres

Ayer tarde,

Volvía yo con las nubes

Que entraban bajo rosales

(Grande ternura redonda)

Entre los troncos constantes.

La soledad era eterna

Y el silencio inacabable.

Me detuve como un árbol

Y oí hablar a los árboles.

El pájaro solo huía

De tan secreto paraje,

Sólo yo podía estar

Entre las rosas finales.

Yo no quería volver

En mí, por miedo de darles

Disgusto de árbol distinto

A los arboles iguales.

Los árboles se olvidaron

De mi forma de hombre errante,

Y, con mi forma olvidada,

Oí hablar a los árboles.

Me retarde hasta la estrella,

En vuelo de luz suave,

Fui saliéndome a la orilla,

Con la luna ya en el aire.

Cuando yo ya me salía,

Vi a los arboles mirarme.

Se daban cuenta de todo

Y me apenaba dejarles.

Y yo los oía hablar,

Entre el nublado de nacares,

Con blando rumor, de mí,

Y ¿Cómo desengañarles?

¿Cómo decirles que no,

Que yo era solo el pasante,

Que no hablaran a mí?

 No quería traicionarles.

Y ya muy tarde, ayer tarde,

Oí hablarme a los árboles.

                

                                                    JUAN RAMON JIMENEZ.


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