Nuestro Viaje por la República de Irlanda
A las nueve de la mañana del martes 13 de mayo dejamos Dublín con dirección a Belfast, separados ciento setenta kilómetros, llegamos a las once y media.
Entramos en territorio británico, con pasaporte y visado en la mano entramos en la ciudad de Belfast, desde el autobús podemos ver restos del antiguo muro que separaba la parte católica de la protestante, números grafitis hacen mención al genocidio palestina. Paramos junto al ayuntamiento, espectacular el edificio, en la plaza se puede ver una placa conmemorativa del Titanic, fabricado en los astilleros de esta ciudad, por falta de tiempo no fuimos al museo del insigne barco. Después de comer salida a Derry, con parada en la Calzada de los Gigantes. En la fotografía podemos contemplar las columnas de basalto en su mayoría de forma hexagonal, aunque también hay de cinco, siete y hasta nueve lados, parece que estas formas fueron el fruto de la actividad volcánica que lleno de lava toda la costa, incluso llego a Escocia. Desde aquí fuimos a pernoctar a la ciudad de Londonderry.
El 14 de mayo fue día que más carretera realizamos, 340 kilómetros desde Derry hasta la ciudad de Galway. Por la mañana paramos en la Abadía de Kylemore, construida junto al lago Pollacapul, rodeada de hermosos paisajes, ofrece una idílica vista. En el interior de esta abadía Benedictina habitada por monjas de esta congregación, recorrimos las distintas dependencias: la sala de bienvenida, la cocina, el comedor, las escaleras, la sala de galería... después de la comida nos dirigimos a la ciudad de Galway, en el que se conserva un arco español, que es una extensión de las murallas, además al visitar la catedral vimos una boda, al parecer los contrayentes eran de clase alta, por los modelos que vestían las señoras. Hasta la hora de cenar paseamos por las numerosas tiendas en las que compramos los regalitos para nuestras familias.
Yo regresé a una ribera extensa,
A una bahía en forma de herradura,
Y tan solo encontré los seculares
Poderes del tormentoso Atlántico.
Y me enfrente a las tentaciones
No mágicas de
Islandia,
Y a las patéticas colonias
De Groenlandia, y de repente,
Aquellos fabulosos invasores,
Los que yacen en las Orcadas o en Dublin
Medidos con arreglo
A sus largas espadas oxidadas,
Los que lo hacen en los solidos
Vientres de barcos de piedra,
Los desbastados y relucientes
En la grava de arroyos deshelados
Eran voces ensordecidas por el mar
Que me alertaban, puestas en pie de nuevo,
De guerra y epifanía.
La boca nadadora del alargado barco
Iba boyante de postmonición
Decía el blandiente martillo de Thot
Para la geografía y el comercio,
Los espesamente urdidos vínculos y venganzas.
SEAMUS HEANEY
No hay comentarios:
Publicar un comentario