jueves, 30 de octubre de 2014

Canfranc Estación

El pasado fin de semana lo hemos pasado en Canfranc.
Salimos de Zaragoza a las nueve de la mañana, paramos a comprar pan en La Nave y a las doce llegamos a Canfranc... cogimos el camino que parte detrás de la iglesia, a través del barranco de Estivielles, a las dos horas de andar llegamos a la fuente del burro... las hojas amarillas de las hayas daban un colorido otoñal al valle, al fondo, junto al río se alza la majestuosa estación internacional de ferrocarril.
Por la tarde realizamos visita guiada a la estación de ferrocarril, espectacular edificio que consta de dos partes: una francesa y otra española española, cada una con diferente ancho de vía... la guía, apoyada con paneles y audiovisuales nos fue desgranando la interesante historia del edificio, desde la construcción, pasando por la Guerra Mundial (en poder alemán) y hasta nuestros días.
El domingo realizamos la primera etapa del Camino de Santiago en Aragón... en el puerto de Somport aparcamos los coches, junto a la antigua aduana fronteriza, bajamos hasta alcanzar Candanchu, seguimos por el cauce del río Aragón y llegamos al valle de los Arañones...
Caminamos pisando las hojas amarillas caídas de las hayas... Antonio, José Ángel, yo, Piluca, Pilar y Alfonso, Emilio y Pilar, Marisa con la perrita y Carmen (faltan Maite, Marijosé y Emilio que llegaron la tarde del sábado). A las dos de la tarde llegamos a Canfranc Estación y comimos en el "Asador la Brasa", después "cada mochuelo a su nido".

Canto al otoño

Pronto nos hundiremos en las frías tinieblas;
¡ Adiós, resplandor vivo de los estíos veloces!
escucho ya caer, con fúnebre entrechoque,
la leña que retumba en las losas del patio.

Inundará el invierno todo mi ser: temblores,
odios, cólera, horror, labor dura y forzada,
y como el sol clavado en su infierno polar,
un bloque helado y rojo será mi corazón.

Escucho estremecido de cada tronco el golpe,
el cadalso no se alza con eco tan sombrío.
Mi espíritu semeja al torreón que sucumbe
a embates de un ariete pesado e incansable.

Me parece, arrullado por el ruido monótono,
que en algún sitio, aprisa, clavan un ataúd,
¿para quién? ¡ ya el otoño! ¡  quedo atrás el estío!
tiene sones de adiós el sonido inquietante 
CHARLES BAUDELAIRE.



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