viernes, 15 de septiembre de 2017

Septiembre, mes de vuelta al cole (o casi)


En setiembre se acabaron las vacaciones y vuelta a la normalidad, a retomar las actividades habituales.


El martes estuve en Casa Amparo con el amigo Oscar, con quien paseamos por la plaza de Santo Domingo, después de veinte días sin verlo me puso al día de las incidencias en la residencia, más bien pocas, se limitan a altas y bajas de residentes... estando sentando me cayó caca de paloma, ¡mal presagio!


Setiembre es el mes de vuelta al cole, y yo iba a volver, de profesor, al IES Sierra de Guara,me habían concedido una plaza para todo el curso y a jornada completa; así es que a las nueve ya estaba en Huesca en la delegación de Educación de la DGA, en la plaza Cervantés, calculo una veintena los que estábamos en cola para tomar posesión, y zas, resulta que cuando entregue los títulos faltaba el B2, de inglés, y el problema es que no lo tengo, al parecer esta plaza de licenciado de Geografía e Historia llevaba aparejado el B2, así es que para casa, ¡mi gozo en un pozo!
De momento no voy al cole, espero impaciente la llamada de la administración.


La racha continua: de vuelta a casa, ya en Zaragoza, el coche, un viejecito sara, me dejo tirado en un semáforo; resulta que en vez de gasolina le puse gasóleo, dos zascas en un día... total al taller y 175 euros a pagar a Sacristan, mi mecánico preferido, y todo arreglado.


En septiembre llega el otoño, y con él la vendimia, la recogida de la almendra, de los membrillos, como estos que adornan a Viky en el corral de Robres. Desde pequeño me gusta el sabor del membrillo, tan poco apreciada para la mayoría, quizá por sea por su gusto jasco, pero a mí me encanta, así como el perfume que desprende, en el salón siempre tengo alguno.

Como cedro de Líbano crecí,
como ciprés de los montes del Hermón,
crecí como palma de engadí,
como rosal de Jericó,
como hermoso olivo en la llanura,
como plátano junto a las aguas.
Eclesiastés XXIV, 24-29


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