viernes, 26 de junio de 2015

Antonio Oto "el Betés"

En la habitación de mis padres, en Robres siempre ha colgado la fotografía de Antonio Oto Betés


Antonio era el hermano pequeño del abuelo Cayetano, por lo tanto tío de papá, en Robres se le conocía con el apodo de Betés, su segundo apellido.
De mi tio abuelo Antonio lo poco que sé me lo contó mi padre: que había trabajado de pastor de ovejas y que cuando estalló la Guerra Civil trabajaba en Casa de Paño, al terminar la Guerra paso a Francia y allí falleció.


Hace unos días he terminado de leer el libro: "Memorias de hombre cualquiera", es la historia de Braulio Serrano Capuj; Braulio nació en Robres, en 1905, las fechas su vida coinciden con la de Antonio, por lo que ambas vidas corrieron paralelas en los primeros años... leyendo los distintos capítulos del libro se puede rastrear la vida en el Robres de estos años: la infancia y juventud, estallido y desarrollo de las guerra civil, exilio a Francia y campos de concentración.


Escribre Braulio Serrano: "Uno de los principales recursos económicos era el pastoreo, los pequeños rebaños se soltaban a pastar desde el pueblo  y se formaban afuera en la zona de la Lastra y también en el pueblo, en el  Plegadero, donde ha existido un pozo-abrevadero hasta 1960".

"El Betés" trabajaba en Casa de Paño" cuando estalló la Guerra, fue movilizado y enviado a la defensa de Madrid... al finalizar la Guerra se exilió a Francia... Braulio señala los Campos de internamiento franceses: Prats de Molló, Barcarés, Saint Cyprien y Argeles Sur Mer, próximo a Perpiñan que albergó a más de 75.000 hombres, mujeres y niños españoles.
Tal vez, el tío Antonio, cuando estaba exiliado en Francia soñaba en volver a oler el perfume de las sabinas en la Sierra, de caminar por los caminos serpenteantes en las laderas de las lomas, en observar el crecer los trigos en los campos... la Guerra Civil segó las vidas de una generación de españoles y marco el de la siguiente.

Por ti el silencio de la selva umbrosa,
Por ti esquividad y apartamiento
Del solitario monte me agradaba;
Por ti verde hierba, el fresco viento
El blanco lirio y colorada rosa
Y dulce primavera deseaba.
¡Ay cuanto me engañaba!
¡Ay cuan diferente era
Y cuán de otra manera
Lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro son su voz me lo decía
La siniestra  corneja  repitiendo
La desventura mia.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo
GARCILASO DE LA VEGA

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