Secuelas de Filomena en Robres
Los días 14 y 15 de la semana pasa estuve en Robres y aún quedaban restos del temporal Filomena
A las ocho de la mañana, con siete grados de temperatura salí de Zaragoza en dirección a Robres, por la autovía a Huesca. La carretera estaba despejada. A al llegar al cruce de Almudebar con Tardienta la niebla era muy densa y la carretera estaba completamente helada, afortudamente los quitanieves habían pasado y la habían apartado la nieve a la orilla de la carretera, estaba helada. Pasé por Tardienta, Torralba y Senés hasta llegar a Robres, no me encontré con un coche, daba miedo...En Robres la entrada de casa estaba completamente cubierta de nieve que se había helado.
Al medio día se levantó la niebla y salió al sol, por la tarde fui a las almendreras a empezar la poda. Los árboles estaban limpios de nieve, no así el campo que cubierto, de árbol en árbol pisaba el hielo blanco, fui despacio por el cuidado de no resbalar.
A la mañana siguiente estuvimos tomando un vino con los amigos Blas y José María, en invierno hay que aprovechar las mejores horas de sol, salgó a partir de las once, así es que como estaba solo en casa tuve un rato para estar con los amigos y ponerme al día de los últimos acontecimientos del pueblo, básicamente la conversación giro en torno a las personas que habían cogido el covid, que a diferencia del verano ahora había pegado al pueblo.
En la noche del jueves al viernes se levantó un fuerte viento que limpió de nieve los campos y el pueblo, la nieve se veía a los lejos, en las lomas más altas de lasierra: San Simón, Piagudo, la Pajera... en el campo la nieve se había derretido y en la tierra se había producido barro, un barro que se clavaba en las botas y se metía por todas pares, se me empaparon los pies y tuve cambiarme en dos ocasiones los calcetines, la jornada duró hasta las cinco de la tarde.
Después de dos días aún no he llegado a la mitad de la poda, y ahora con el anuncio de nuevos confinamientos, estamos en la tercera ola del Covid, no se cuando podré volver al pueblo.
¿Qué?
¿Todavía escucháis a
Mendelssohn?
¿Todavía recogéis
margaritas?
¿Todavía celebráis
los cumpleaños de los niños?
¿Todavía ponéis
nombres de poetas a las calles?
Y a mí, en los años
setenta de dos siglos atrás, me aseguraban que los tiempos de la poesía habían
pasado
-al igual que el
juego de las prendas, o leer las estrellas,
¡Y yo, tonto, casi
lo creí!
IZET SARAJLIC
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