Despedida del mes de julio en Robres
Después de pasar el Covid y vacaciones en Deia este fin de semana hemos vuelto a Robres.
El sábado 30 por la mañana lo primero fue regar el huerto, los tomates, pepinos y pimientos van retrasados, hasta ahora solo he cogido tomates cherris... en estos días de ausencia ha sido Cecilio, mi cuñado, que está con Asún en el pueblo. Espero que pronto pueda coger los frutos de mis esfuerzos.
A eso de las diez hemos estado en las almendreras, regando los tres árboles que plantaos con Vicky. Con las altas temperaturas que tenemos este verano toda agua que se les eche es necesaria. Por cierto que este año NO vamos a coger almendras, no hay cosecha, se han helado todas, fue en el mes de abril cuando cayeron las temperaturas hasta cinco grados bajo cero, ya estaba hecho el almendrico y el hielo lo mato, una pena.
Y por la tarde baño en la piscina del pueblo, es la mejor forma de combatir el fuerte calor monegrino, a la piscina volvimos a ir el domingo por la mañana y por la tarde. Antes de regresar a casa tomamos una cerveza, en compañía del amigo Blas. El bar lo regentan, un año más los vecinos Silvia y Eduardo. So un lujo las piscinas de Robres por el espacio disponible para poder nadar.
Y por la noche, a las diez y media teatro, en el parque de san Blas, frente a nuestra casa. Dentro del festival de la Oralidad este sábado pasaron la obra Doña Rosita la soltera de Federico García Lorca, por la compañía de teatro Trece Gatos, de Madrid... El teatro, al aire libre y en la puerta de casa, un lujo al alcance de todos. En este caso el goce esta aumentado por ser una obra de García Lorca, del que recojo la cita impresa en el programa de la Oralidad "El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o sud descenso"
El domingo visita a casa del abuelo, ahora libre, se nos ha marchado el inquilino y hemos hecho una detallada inspección.
Había ante mí,
milla tras milla
de nieve, hielo, arena ardiente.
Pero yo podía ver más allá de todo eso,
un lugar de belleza infinita.
Y podía ver la belleza de aquella
que caminaba a la sombra de los árboles.
Cuando miré con fijeza
y al mirar con fijeza, deseaba,
volvieron de nuevo
milla tras milla,
de nieve, hielo, arena ardiente
STEPHEN CRANE