Visita al Museo Frederic Marès en Barcelona
El último día de nuestra estancia en Barcelona nos dedicamos a pasear por las Ramblas y visitar el Museo de Frederic Marés.
Frederic Marès fue escultor y coleccionista que donó sus colecciones a la ciudad de Barcelona y el Ayuntamiento ha realizado este museo en el Palacio Real, situado junto a la catedral, desde las ventanas del museo se aprecian las gárgolas y pinaculos de la catedral.
Entramos al museo por un patio convertido en vergel, en la primera sala nos encontramos con la escultura clásica, nos hemos detenido a admirar el frontal de un sarcófago de época romana, estos relieves escultóricos fueron inspiración en la posterior iconografía cristiana.
De la Edad Antigua pasamos a la Edad Media, me han impresionado estas dos tallas del siglo XIV pertenecientes a la iglesia de Fanlo de Vió de Huesca. En el Museo estábamos solamente los tres, así es que lo vimos sin prisas, incluso la cuidadora de la sala nos acompaño en nuestra visita por las distintas salas.
Siguiendo en la Edad Medía encontramos esta portada del siglo XIII, perteneciente a la iglesia de Esquedas, localidad que conozco que está próxima a Huesca capital, ignoraba que hubieran tenido una iglesia románica, esta bien venir a Barcelona para descubrir el románico aragonés.
Tras pasar por las salas dedicadas a la escultura gótica, renacentista y barroca llegamos a su obra, nos ha gustado la obra en bronce titulada primavera, para mí lo mejor de su producción. Frederic Marès viajó a Francia recibiendo a influencia de Rodin.
El recorrido por el museo la hemos completado con la visita a la biblioteca y a la sala de las diversiones en la que se muestran diversas colecciones, desde juguetes a soldaditos de plomo, una delicia de coleccionista de un artista que demuestra su preocupación y amor al arte.
Por último señalar que Frederic Marés es el autor de nuestro Goya en la Plaza del Pilar, frente a las majas y cuya obra en escayola se muestra en el museo.
Es
una antorcha al aire esta palmera,
Verde llama que busca al sol desnudo
Para beberle sangre, en cada nudo
De su troco cuajó una primavera.
Sin bretes ni eslabones, altanera
Y erguida, pisa el yermo seco y rudo;
Para la miel del cielo es un embudo
La copa de sus venas, sin madera.
No se retuerce ni se quiebra al suelo;
No hay sombra en su follaje, es luz cuajada
Que en ofrenda de amor se alarga al cielo,
La sangre de un volcán que enamorada
De padre sol, se revistió de anhelo
Y se ofrece, columna, a su morada.
MIGUEL DE UNAMUNO
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