Viaje por la provincia de Gipuzkoa (II)
Siguiendo nuestro viaje por la provincia de Guipúzcoa el quinto día llegamos a San Sebastián
Donostia no recibió con sol. A la salida de la estación de autobuses nos esperaba una simpática guía que nos acompaño toda la mañana. Pasamos el río Urumea por el puente María Cristina, el más lujoso, de aquí entramos en la Catedral del Buen Pastor, impresionan las altas columnas que le dan un aspecto gótico, aunque la catedral solo tiene cien años, en el exterior destaca la torre de 75 metros, salimos y por la calle Loyola nos dirigimos hasta el Ayuntamiento, construido como casino; nos comenta la guía que su máximo esplendor fueron los años 1914 a 1918 cuando Francia estaba en la Primera Guerra Mundial y los ricos se trasladaron a San Sebastián, lo que atrajo a la burguesía española; seguimos hasta llegar a la basílica de Santa María del Coro, la fachada esta trabajada como si fuera un retablo, no entramos: Por la calle 31 de agosto, fecha fatídica que fue incendiada la ciudad llegamos a la Plaza de la Trinidad, en esta pequeña plaza estuvimos con Carmen escuchando a B.B. King, en el festival de Jazz, seguimos hasta la plaza de la Constitución, en el centro se puede ver el edificio que albergó el ayuntamiento, seguimos por la calle Narrica hasta la iglesia de San Vicente Aquí nos dejó la guía, hasta la hora de comer tomamos unos potes por el casco viejo. Por la tarde un paseo por la Concha, el agua estaba fría pero eso no desanimó a la gente a bañarse. Al fondo el Ayuntamiento y detrás el Monte Urgull.
El día 5 de abril nos dirigimos a la localidad de Azkoitia, la cuna de la pelota vasca, doce frontones he contado en esta localidad, un antiguo pelotari me comenta que hasta treinta y cinco parejas salían los domingos del pueblo para jugar a pelota como profesionales. En varios frontones vi como jugaban a la pelota. Después de pasear por el pueblo, he visto varias casas señoriales, nos hemos dirigido al Santuario de Loyola, dedicada al fundador de los jesuitas San Ignacio de Loyola. Entramos por una puerta lateral que da acceso a la casa torre de Iñigo, que así se llamaba el monje hasta que fue gravemente herido en Pamplona, en el recorrido se recoge la vida y obra del santo, hasta que llegamos a la iglesia, de planta redonda cubierta con una enorme cúpula, me recuerda a la de San Pedro en el Vaticano. En el exterior se aprecia todo el esplendor la basílica. En la fotografía, detrás de Carmen, cerca de la escalinata nuestras nuevas amigas Victoria y Asún están conversando, bajo la atenta mirada de José Manuel.
Por la tarde, después de comer en una vía de servicio, nos dirigimos a la localidad de Orio, subimos por una empinada calle hasta la iglesia de San Nicolás, me llama la atención que en medio de la nave cuelga un bonito barco, ya lo hemos visto en otras localidades, éste es más grande. Tras visitar la iglesia bajamos hasta el mar, en la desembocadura del rio Oria nos encontramos con varias traineras surcando las aguas, me fijo y son chicas las que reman, he visto hasta cuatro y todas féminas. Entre medio de estas dos una barca, debe ser el entrenador porque les va dando ordenes a las dos embarcaciones.... para disfrutar de la vista tomamos una cerveza tranquilamente sentados a la espera del autobús.
El 6 de abril, fue el ultimo día del viaje a Guipúzcoa. Por la mañana visitamos el Santuario de Aránzazu, en vasco zarza, según la tradición aquí se apareció la Virgen a un pastor en una mata de espinos. La basílica es una construcción moderna, de 1955, las puertas realizadas por Chillida y las pinturas muy modernas, no me han gustado. La mañana realizamos una marcha por el sendero del monte de Larrez, nos encontramos con montañeros que se dirigían a las praderas de Urbía, también vimos ovejas, caballos, vacas y diferentes tipos de árboles: hayas, pinos, boj... Después de tomar el vermut, la comida y vuelta a Zaragoza, con parada técnica, antes de las ocho de la tarde en casita.
SI algo me gusta, es vivir.
Ver mi cuerpo en la calle,
hablar contigo como un camarada,
mirar escaparates
y, sobre todo, sonreír de lejos
a los árboles...
También me gustan los camiones grises
y muchísimo más los elefantes.
Besar tus pechos,
echarme en tu regazo y despeinarme,
tragar agua de mar como cerveza
amarga, espumeante.
Todo lo que sea salir
de casa, estornudar de tarde en tarde,
escupir contra el cielo de los tundras
y las medallas de los similares,
salir
de esta espaciosa y triste cárcel,
aligerar los ríos y los soles
salir, salir al aire libre, al aire.
BLAS DE OTERO
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