jueves, 28 de noviembre de 2013

Maria y Santiago, mis abuelos maternos

Este mes de noviembre se cumplen cuarenta y cuatro años del fallecimiento de la abuela Maria... madre de mi madre Lorenza
Maria y Santiago eran mi abuelos maternos...se casaron el 9 de noviembre de 1907... Maria era de casa Casildo y Santiago de casa Bonifacio... así es que mamá era de casa Bonifacio...

Hace un par de meses se publicó el libro: "Nuestras Casas (I), una biografía de Robres" editada por la Revista el Pimendón... en la dedicada a casa de Bonificacio venia el árbol genealógico de la familia, y ahí aparecen los nombres de mis bisabuelos Ramona y Pascual, e incluso de los tatarabuelos: Manuela y Bonifacio, que vivió entre 1826 y 1903 y que fue el fundador de Casa Bonifacio...

La que hoy se conoce como casa Bonifacio, donde vive Maribel con sus hijos Antonio y Gustavo no es la del fundador... la vieja casa, hoy no existe, se vendió a Guiler y Jaime y es una mercería, en ésta casa es en la que yo nací... recuerdo que tenía dos plantas; en la baja estaban las cuadras para las mulas, en la planta primera estaba la vivienda y la segunda se empleaba de almacén... me gustaba subir a esta segunda, ya que la casa estaba situada cerca de la iglesia y desde arriba se podían ver de cerca las palomas...
El abuelo Santiago falleció en los años treinta... no lo llegue a conocer, y la abuela María en noviembre de 1969... yo tenía catorce años, a la abuela la recuerdo como´en esta en la fotografía que esta con la prima Maribel... de estatura pequeña, siempre vestida de negro y con pañuelo en la cabeza y siempre que me veía se sacaba algo del bolsillo que me daba junto con un beso..
Quién impuso esa ley infame que obliga
A confinarnos en atroces
Reservaciones de corrupción y olvido
Mientras los días opacan
La menuda perpetuidad del mármol.
Baja la noche por la enredadera
Y aquí abajo decimos a la muerte
Lo que susurra el grano de arena
 A la ola que alza el vilo.
Vil sonido como hachas
En un bosque invisible:
La desintegración
De la carne que no retorna

Crueldad de abandonarnos a nuestros restos.
JOSE EMILIO PACHECHO

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