martes, 10 de abril de 2018

Un día en el monasterio de Rueda


Con el grupo Pléyades hemos visitado el Monasterio cisterciense de Santa María de Rueda, situado en el término municipal de Sástago.


 Desde la torre vigía, construida durante las guerras carlistas, allá por mil ochocientos cincuenta, se aprecia una bonita panorámica del pueblo de Sastago que extiende sus casas a orillas del río Ebro, en estos días anda bastante crecidito debido a las intensas lluvias. También se aprecia el puente de tres arcadas sobe el que discurre la carretera que conduce hasta el monasterio... Marijosé, Carmen y Marisa van cubiertas por chubasqueros, el día amenazaba lluvia.

En el monasterio, la visita comenzó a la once y media, lo que más me gusto fue la torre a la que subimos, más de cien escalones nos costo el paseo. La torre esta hecha en dos épocas arquitectónicas, se aprecia en los materiales de construcción: el ladrillo de la parte superior y la piedra en la inferior... Pilar V. nuestra torre del grupo se mantiene firme en la lucha que mantiene que contra la bestia.


Dos horas ha durado el recorrido por las distintas dependencias del monasterio: iglesia, sala capitular, cocina, refectorio, sala de calentador, escritorio, enfermería y un claustro ¡espectacular!... estamos todos atentos a las explicaciones de la joven guía que de una forma detalla y extensa nos ha ilustrado tanto sobre la historia como la vida del monasterio.


La visita ha concluido admirando la gigantesca noria que permitía traer agua al monasterio y que hacia del monasterio especial en cuanto a la red hidráulica que poseía. La noria servía también para  molino de los campos cercanos. Al decir de la guía es la noria más grande del mundo en funcionamiento.
A las dos ha terminado la visita y nos ido a Escatron, en la puerta de la iglesia nos esperaban para enseñarnos el retablo que perteneció a la iglesia del monasterio y que ahora se encuentra en la iglesia patronal.
La mañana ha terminado con la comida en el centro náutico de Escatrón.


Encoge el testuz, el cuello

Dobla como una procesión,

Y deja caer los brazos

Entre el quizá, el sí y el no.

Esperando algún consuelo,

Los ojos vuelven al porrón;

Pero éste, sin una gota,

Ya el techo le señaló…

Mira, y sólo ve goteras.

Se alza, soltando un bemol

-¡Sesenta años de pez –grita-

Sesenta!-, y el puño, atroz,

Cansa en las narices propias
(siendo en ajenas mejor)
ROBERT ROBERT

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