En Tramacastilla de Tena
El sábado doce pasamos el día en Tramacastilla de Tena, fue un día soleado que pudimos disfrutar para despedir la primavera.
A las nueve de la mañana habíamos quedado en Huesca los amigos Concha y Jesús. De allí nos dirigimos a Tramacastilla, bonito pueblo del Pirineo cerca del pantano de Búbal en el que las casas antiguas se mezclan con los nuevos apartamentos. En el camino paramos en la La Nave para comprar dos panes de kilo, uno para nuestra comida y el otro para la abuela Victoria.
En Tramacastilla dejamos el coche y montamos con Eva y Vicente, y nos dirigimos al ibón de Las Paules, un guardia controla el número de visitantes y cobra cinco euros por coche. En la fotografía las chicas del grupo: Teresa junto a Carmen, agachadas María Jesús, viuda de José Miguel, Cristina, Marisa que tiene casa y apartamento en Tramacastilla y anfitriona y guía de la jornada y Eva, de pie Mari Carmen y Concha junto a Carlos.
El Ibón de Las Paules esta represado y se nutre de las aguas de un pequeño y bonito rio. Al fondo El pico Escarra y la Marmoleda del Infierno, todavía con nieve en las cimas, completan el paisaje Peña Telera y Peña Tendeñera. La marcheta consistió en darle la vuelta al ibón, las chicas por un lado y los chicos por el otro. A mi izquierda se sitúan Carlos, Jesús y Vicente.
El video realizado por Vicente, que es un artista, recoge todos los instantes de la jornada: la caminata, la comida y sobre todo el paisaje; las flores: gran variedad de orquídeas de las que desconozco el nombre, árboles, setas, incluso aparece una marmota que yo no pude ver, y que Carmen me comentó que hacia un ruido muy agudo, como el de un pito de guarda.
Por la tarde, a eso de las ocho tomamos una cerveza en el bar de la plaza en Tramacastilla y nos dirigimos a Robres donde nos esperaban Vicky y la abuela Victoria.
Se adinavaba la estación oculta
por el ansia de las lluvias nocturnas
por los cambios de las nubes en el cielo,
undosas leves cunas,
y yo estaba muerto.
Afuera era de noche
y los astros precisos seguían
ignotos caminos en curvas de oro
y las cosas vueltas fugitivas
me llevaban a rincones secretos
para hablarme de jardines abiertos de par en par
y del sentido de la vida.
Cuando escucho con gusto las palabras de la vida
que no he entendido nunca, me detengo
en largas hipótesis. Seguro que no podre huir;
seré fiel a la vida y a la muerte
SALVATORE QUASIMODO
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