Comienza la campaña de la recogida de la almendra
Como todos los años a mitad de setiembre empezamos a recoger las almendras, el pasado día 13 por la noche fuimos a Robres, el tren de Vicki procedente de Barcelona llego a las diez y media de la noche, la recogimos en la estación y al pueblo.
Con la primera luz del día 14 y bien abrigados, hacia frío, ocho grados de temperatura a las ocho de la mañana y ya estábamos en el campo de los Mondellos para comenzar la recogida de las almendras. Vicky me acompaño durante todo el día, por la mañana parábamos a las dos y por la tarde trabajábamos de cinco a ocho. La temperatura fue subiendo a lo largo de la jornada llegando a los 22 grados. Este año preveo que habrá media cosecha, misma cantidad de almendras que el año anterior.
El domingo 15 se nos unió al tajo Violeta y Ángela, gracias a estos refuerzos avanzamos más rápidamente, siempre es bien venida la ayuda, con más gusto si es de la familia... en el mediodía aprieta la calor y vamos en manga corta, es lo que tiene el campo: fresco por la mañana, calor al mediodía y suave por la tarde, que es cuando mejor se está en el campo, el problema es que al caer el sol aparecen los mosquitos.
Los siguientes días, del 16 al 18 me quede con Vicky de ayudante en el campo. La hora del almuerzo es la más gozosa, sobre las once Carmen nos trae el bocadillo con pan, comprado la misma mañana en Robres y el pan lo unta con tomate y añade un día jamón y otro sardinillas, en el almuerzo no puede faltar un buen trago de vino de bota. Ya se sabe que ¡con pan y vino se anda el camino!.
Las almendras envasadas en sacos las llevamos en el coche a casa a pasar por la máquina que limpia las pelarzas, después se extienden para secar la cáscara hasta la venta que las volveremos a envasar. Esta la labor la realiza Carmen, el fin de semana nos ayudo mi hermana Asún...
Es este mundo que en mis ojos se destroza
Que en mis inmensos ojos, como un cuerpo,
Como un león de sangre se aplasta y acumula.
En este espacio desnudo, es esta piedra,
Es esta misma boca, que se abre exasperada.
Sí, es tu misma belleza,
Es tu misma blancura de cielos alterados,
Aquel redondo corazón ardiente
Que en la noche absoluta resplandece
Como un astro furioso de fuerza interminable.
JUAN EDUARDO CIRLOT
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