De puente en Robres
Aprovechando los días festivos por la Constitución hemos pasado unos días en Robres
Tras la venta de las almendras, la semana anterior, este año más tarde, como ya es costumbre las hemos tenido que llevar hasta la báscula municipal. José Antonio nos ha ayudado con el pesaje y el control de rendimiento, 23% en largueta y 21% en la común. El precio se prevé bajo, veremos. La parte más dificultosa ha sido cargar las almendras en el camión, cada vez son las cajas más altas, ha tenido que venir Lorenzo de la Granja Monesma con una pala. En la fotografía Nestor, de espaldas, que ha traído las almendras de su hermano Ángel en un carro de tirado por el coche.
El día ocho empezamos la poda de los almendros, a diferencia de años anteriores el tiempo era primaveral, por estas fechas siempre ha hecho frío. Vicky ha estado ayudándome, sosteniendo la escalera para subir a los árboles y a veces llevando la motosierra. Cuando estoy solo trabajo desde el suelo.
A las siete de la tarde en Plegadero se ha realizado el encendido del árbol de Navidad. Después chocolatada y bizcochos de acompañamiento... a la tarde ya refresca el tiempo y hay que ponerse el abrigo. La plaza estaba animada pero no abarrotada.
Por la noche cena con la Peña, en la Plana. Hace unos meses se jubilo Rogelio y ha traspasado el restaurante a Jessica, que hasta ahora era la cocinera. Jessica ha vuelto a dar cenas, así es que nos hemos apuntado: Manoli, Gloria, Carmen, Elias, Val, Ángel, Blas y Miguel, en total nueve comensales, yo que sigo con gota he estado moderado en beber y comer. Hasta la una de la madrugada hemos estado de tertulia, algunos no nos veíamos desde la fiesta de agosto. Por cierto el restaurante estaba completo.
Una se va gastando, cada día, en la vida.
Todo lo deseó, a todo se fue acercando.
Vino desde el misterio sin saber que traía,
y todo, aunque lo amó, lo ha ido abandonando.
Larga carrera ardiente, espeso vivir de fiebres.
Nadie perdona nunca el quedarse en la sombra.
Y tiene que ir, como van las corrientes
por la tierra feraz; volviéndola más honda.
Se vive con lealtad, cada sangre recibe
un aluvión de impulsos, un grito de aventura.
Aquellos que se van, al amarnos exigen
que sea inextinguible la luz que irradia una.
¡Oh, pero el que vive por tantos que no viven
no puede persistir en un amor cerrado!
Está la inagotable pradera irresistible
del mundo del ensueño, eterno y renovado.
CARMEN CONDE
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