lunes, 9 de marzo de 2020

En los alrededores de San Juan de Mozarrifar

Ayer domingo, fuimos a visitar a nuestros amigos Pili y Toñin, que residen en el barrio de San Juan de Mozarrifar, a diez kilómetros de Zaragoza.




Comimos paella exquisita cocinada por Pili y después nos fuimos de paseo hasta el soto del río Gállego, junto al campo de futbol, en el que había jugado el Robres contra el equipo local. Robres perdió 2 a 1. En el paseo nos acompañó Olga, la hija mayor, junto con su perro Bubú… Toñin nos enseño los árboles que ha plantado junto al rio a los que cuida con mucho mimo.


No muy lejos del rio encontramos la acequia del Rabal. Las compuertas de la acequia sirven para regar las huertas del barrio rural de San Juan, en otro tiempo uno de los graneros de la ciudad de Zaragoza.


También acequia lleva el agua hasta El Tejar y a la antigua papelera de las Navas, edificios que aún se conservan que tienen un significado histórico especial. En el año 1938 se habilitaron cono cárcel franquista para prisioneros republicanos. Mi padrino, el tío Domingo, me conto que participo en la batalla del Ebro, con 17 años, fue la llamada quinta del biberon, y cayo prisionero, lo llevaron a estos edificios reconvertidos, he leído que hasta cinco mil prisioneros estuvieron acinados en estos edificios para luego ser distribuidos a distintos penales de la geografía española. Tío Domingo fue al penal del Dueso en Santoña, Santander y cuando salió del penal cumplió tres años deservicio militar en África.


Más adelante nos encontramos con otro interesante edificio construido en piedra: el hospital Prisma, es centro día y de consultas para enfermos de salud mental. Según me comento Toñin en un principio fue de gestión privada pero en la actualidad esta en colaboración con el ITA (Instituto Tecnológico Aragonés).



He nacido y crecido en las ciénagas bálticas, al amor
De las olas de zinc, que siempre revientan a pares,
Y es de aquí que provienen las rimas, y de aquí, la voz apagada
Que se trenza entre ellas como el pelo mojado
Si es que aquella se llega a trenzar. Apoyando en el coro,
No distingue el oído el fragor de la roca,
Sino el choque de las de telas, postigos y palmas, anota
Teteras que hierven, a lo sumo el gritar de gaviotas.
El alma, en tan llana región, se salva de falsos manejos
Por no haber un rincón que te oculte y se ve aún más lejos.
Solamente al sonido el espacio es opaco,
Pues el ojo no ha de llorar por la falta de eco.
Joseph Brodsky

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