sábado, 30 de octubre de 2021

 Por el Valle de Bujaruelo

Esta semana hemos estado, con Carmen, realizando marchas en los Valles de Bujaruelo y Ordesa


Llegamos a las once por una pista, a tramos asfaltada y a veces en piedra hasta la hospedería medieval, actualmente campin de San Nicolás de Bujaruelo. Pasamos el puente romano sobre el río Ara y empezamos la marcha siguiendo el cauce hacia el puente de los Navarros. Al fondo la sierra de Otal, pensábamos ir por la tarde.


 A los diez minutos de marcha llegamos a un bosque de hayas, el suelo cubierto de hojas amarillas sobre raíces de árboles y rocas cubiertas de musgo. Carmen con dos palos cogidos del suelo estaba muy contenta. El primer obstáculo serio lo pasamos agarrados a unas cuerdas sujetas en clavijas en la pared, pequeña aventura para lo que nos esperaba.


A la una llegamos al puente de hierro, junto al refugio de pescadores. La vista magnifica con los diversos colores que ofrecen los árboles y debajo el cauce de aguas claras del río Ara. En algún sitio había leído que la "naturaleza es un palacio", en este momento lo sentimos como tal. 
Decidimos volver porque teníamos reserva para las tres en el restaurante de de la Hospedería de San Nicolás. Y aquí empezó "la aventura".


Cuando llevábamos una hora andada de regreso nos encontramos en medio de una pedriza, habíamos perdido la senda de vuelta y nos encontrábamos entre la cortada que daba el río y la ladera de la montaña en la que apenas había vegetación, entre volver a buscar el camino y seguir hacia adelante optamos por la segunda opción. Seguimos avanzando en buscando el camino, unas veces de pie y otras gateando, arrastrando el cuerpo en el suelo y arándonos en la poca vegetación que salía entre las piedras. Al poco rato a Carmen se le rompió la rama en la que se había apoyado, se hizo un rasguño en la pierna y una herida en la parte superior de la nariz. Afortunadamente tenía cobertura en el google maps, y me decía que estábamos a veinte minutos del restaurante, así que llamé para informarles de nuestra situación, me aconsejaron que siguiera el cauce del río y que si a las cinco no habíamos llegados vendrían a buscarnos. No hizo falta, llegamos a las cuatro y media.
Mientras comíamos, ensalada y carrillada al vino tinto, comentamos nuestra vicisitudes. 
Ya no nos quedaban fuerzas ni tiempo, nos dirigimos al pueblo de Torla a buscar una farmacia para restaurar las heridas y descansar y para estar descansados para la marcha del día siguiente en Ordesa.

Hasta luego. Feliz aquel que marcha,

Se adentra en otros cielos más propicios,

Y climas más benignos le sonríen,

Y dice adiós, sin más resentimiento

Que en corazón cansado del estruendo

De pasos huecos por el sueño oscuro

De sus hermanos. Viaje sin traiciones

A los mares paternos, en el vuelo claro

De migratorias aves.

Luego vuelve

Y ve que no es vano, que han callado

Pájaros nocturnos, reconstruye

Su vida desde el sol de la memoria

Y entra en su casa y abre las ventanas

Y un ancho cielo esbelto le contempla

Con la luz risueña, amores y esperanzas

Muy bien fundados.

Volver en paz consigo y con tierra

Que aquí lo vio nacer. Plantar un árbol

En el umbral del alba, acompañado

Del mar que en la distancia.

Contempló

ROSENDO TELLO AINA 



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